A veces sin querer hacemos
daño a las personas que más amamos, a las que le hemos pedido a Dios, a la
vida, al destino, que aparezcan y formen parte de nuestras vidas, pero en lugar
de cuidarlas, les hacemos daño a esas maravillosas personas que tanto queremos
y que no tienen culpa de nuestras mierdas… Hacemos daño, muchísimo daño,
intentando apartarlas de nuestras vidas, porque tenemos una enfermedad, porque tenemos problemas con el miedo
y las decepciones de vivencias anteriores, porque no queremos arriesgarnos y nos
asustamos cuando vemos que las cosas van en serio y nos pillan por sorpresa, y
cometemos el error de huir de la situación en lugar de enfrentarla y sacar algo
bueno… Hoy me contaba alguien sobre lo bien que se llevaba con su ex pareja
cuando se mudaron, cuando montaron su casa juntos, cuando empezaron a construir
una vida, cuando sus hij@s empezaron a ser parte del uno y del otro (aunque
estos fuesen de otras parejas) y todo pintaba de final de cuento… Por
desgracia, cuando nos pasa algo muy malo, cuando el miedo se apodera de
nosotros, cuando dejamos que nuestra mente haga la locura que quiera hacer con
nosotros, la cagamos, perdemos todo eso, perdemos nuestra historia, perdemos la
fe en las personas, perdemos todo por lo que luchamos, y todo porque pensamos
que estando sin esas personas ya no les haremos daño y las alejaremos de lo que
ahora somos… No seáis autodestructivos, no jodáis vuestra existencia, no alejéis
a quien os ama y apoyaos los unos a los otros, y más cuando una enfermedad o un
problema grave os esté machacando. No seáis tontos, porque hasta las buenas
personas, hasta la gente que más os puede amar se puede hartar de intentar
estar allí para vosotros y al final cuando os haga falta solo será un recuerdo
que estará en cada rincón de vuestra casa, pero nada más…
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