Muchas veces la realidad llega a escondidas a nuestras vidas y nos empuja y nos lanza al río, y cuando el río se desborda solo nos queda nadar. El mundo de los engaños es una prisión, solo podemos auto-engañarnos un tiempo determinado, nos cansamos, tenemos miedo… Y negarlo no cambia la realidad, antes o después tenemos que dejar de lado las esperanzas y enfrentarnos al mundo cara a cara con todas nuestras armas; cuando el río se desborde te espera un océano enorme, pero ¿cómo logras no ahogarte? Simple: usando el salvavidas de la confianza que tengas en ti mismo para resolver las cosas que tengas en lo que llevas aprendido durante estos años que tienes...
Si queremos avanzar y marcar la diferencia, no nos quedará otra opción que no sea la de madurar, la de afrontar retos, la de querer lograr objetivos y llegar a vivir de tal manera que te sientas orgullo de ti mismo. Cuando por fin maduremos, ese será el día en el que por fin nos podremos decidir a formar una familia, aprenderemos a amar, a ser responsables de nuestros actos y a asumir que el miedo y la cobardía sólo nos quitarán felicidad si permitimos que ambas cosas se metan en el medio de nuestra vida… La mayoría de las veces seguiremos teniendo los mismos problemas que cuando teníamos quince años. No importa cuánto crezcamos, o cuánto envejezcamos… Siempre estamos tropezando. Siempre estamos haciéndonos preguntas y muchas, aunque nos vayamos de este mundo, algunas se quedarán sin respuesta, porque somos así, eternamente jóvenes, y como joven que eres hoy y que espero que te sientas mañana, te tocará disfrutar de la vida al máximo o morir en el intento…
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