Hace muchos años tuve un muy buen amigo llamado José Luis;
cada viernes, después de trabajar durante sesenta horas a la semana, nos
reuníamos con otros amigos más y nos íbamos de tequilas, siempre pedíamos más y
más, nos contábamos batallas vividas esa semana y nos reíamos de todo… Una
noche, por una estupidez, él y yo discutimos, y cada uno se fue cabreado a su casa, lo dejamos así porque
siempre al día siguiente estaba la posibilidad de poderlo arreglar. Pues bien,
el día siguiente llegó, y no fue así. Él esa mañana siguiente, junto con otros
seis amigos más, se fue de este mundo, no quiero contar cómo fue, pero pasó y
se acabó. Pudo más el orgullo que la amistad, pudo más el orgullo que las ganas
de solucionar en ese instante algo tan absurdo que él se fue sin poderlo
arreglar… A veces vemos el vaso medio vacío y pasamos de pedir más, a veces lo
vemos medio lleno y nos da miedo seguir bebiendo por pillar una borrachera; a
veces lo vemos vacío del todo y echamos de menos lo que en él había; a veces lo
echo de menos porque quisiera contarle todo lo que me ha pasado estos años que
no está, y desde entonces tengo claro que el orgullo y el miedo en mí no pueden
existir, porque me hizo perder un tiempo valioso con una persona que quería
como un hermano y me hizo sentirme una mierda durante años. Por eso os
recomiendo: si vale la pena esa persona, si sabéis que esa persona sí esta por
vosotros, sea un familiar, una pareja, un amigo, alguien que sí valoremos que
se quede en nuestra vida, y os peleáis por algo, pero sabéis en el fondo de
vuestro corazón que lo podéis arreglar, no perdáis el tiempo, si lo hacéis y es
muy tarde para hacer algo os lamentaréis mucho por esto, así que mandad un
poquito a la mierda el orgullo y los miedos y disfrutad de esas personas que
están siempre ahí…
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